MARÍA TERESA ANDRUETTO: DE ORILLAS Y DESTIERROS



MARÍA TERESA ANDRUETTO: 
DE ORILLAS Y DESTIERROS 
  
Películas
En mi pueblo había un cine. El dueño saludaba
a los vecinos como un cura a la entrada de su iglesia
y era el cine, en verdad, como una iglesia
a la que íbamos, por la tarde, los domingos. Estaba
sobre la ruta, frente a los trenes que cruzaban
la llanura. Por el veredón paseaban las parejas
con cucuruchos de helado y escuchaban los hombres
el partido en pantalón de baño y camiseta. En el atrio
había un kiosco y en el kiosco una mujer vendía
titas y rodhesias. Con vestidos de piqué, los domingos
por la tarde las dos íbamos al cine, a ver a Marisol,
a Doris Day, a Joselito. Un día no llegaron
las películas y pasaron un drama en blanco y negro.
Recuerdo a la salida la cabeza borracha, el veredón
donde arrastraban su tedio las parejas, los hombres
transpirando sus camisetas de tira y los camiones
que rugían por la ruta, con las luces encendidas,
las primeras de la noche que llegaba.
Muchacha de Ucrania/ 2003
¿Cómo van en tu tierra las cosas?, pregunto.
Siempre peor, me responde, es todo una mafia.
Mi prima allá abajo levanta la mano. La chica
se llama Alexandra y va a trabajar a Gerona.
Tiene a su padre en Valencia y a su madre limpiando
un albergue en Milano.
                                                      Su hermano,
que cumple catorce, se ha quedado en Ucrania
cuidando la casa. Hablo tres lenguas, me dice,
ucraniano, moldavo y rumano, pero eso no sirve
en España. En el bus van gitanos, letones y húngaros,
y esta chica que tiene a su madre en Milano.
También va una mujer de Trujillo que no tiene
papeles, me lo dijo comprando el pasaje. Hay
un sitio mejor y está lejos.
                                                         (Por la tarde
                                         he llamado a mis hijas.
                                                         No estaban)
                                            Yo quería quedarme
cuidando la casa, me dice la chica de Ucrania,
pero es mejor que se quede mi hermano.
Conversando, he olvidado que estoy todavía
en Torino, que el bus no ha arrancado,
que mi prima allá abajo levanta
la mano.

Los hermanos García/ 1978-1983
                                                          A Juan, Antonio y Mary
Por la ventana que da a la Escuela Alberdi, veo pasar
hacia la noche a chicas como yo y a los muchachos.
Los escucho reír en la vereda, bajo esta ventana pequeña.
Es noche de sábado y los hermanos cocinan puchero
de falda y de quijada. Sé que otros se han escondido
en el Tigre, en la Patagonia o en Longchamps. Algunos
mandan señas, flores sobre la falda, desde Oslo,
Gotinga o Amsterdam. Yo vivo tras este ojo de buey,
con la quijada contra el marco, mirando a las chicas
y muchachos que cruzan la avenida. Es también sábado
en la pieza del hotel, sobre los techos de esta casa
de citas, junto a la comisaría, donde alquilan
los camioneros sus siestas de amor con los colimbas
o las mujeres de la Humberto Primo. Aquí, tras el vidrio
de esta raja de luz, bajo el ala de unos gallegos venidos
de Inriville, espero que pasen los meses o los años.
García quiere decir Smith y el más común de los mortales
se llama Juan. Sube cada mañana la precaria escalera
con su manojo de llaves y comida y como una lonja
de sol me abre paso entre putas, milicos y viajantes.
Poemas del libro Sueño americano, Caballo negro: 2008.

Te asombra que los otros pasen
 a tu lado y no sepan, cuando tú 
pasas junto a tantos y no sabes?
C.P.  l7 de agosto de l950.
Cesare Pavese.

Pavese y otros poemas (Argos, 1998), 
reeditado en Pavese/Kodak (Ediciones del Dock, 2008)


Entre tus fauces

Río de lomo azul donde navego
con la cabeza otra vez contra
la orilla, devuélveme el resuello
y el talle que he tenido entre tus fauces;
y esta memoria que se lo come todo,
llévatela. Aquella niña calando
sandía en el patio y los amargos
granados abiertos, diamantes
de azúcar, llévatelos. Llévate también
a ese hombre de cejas espesas
y mirada viva que me ha mirado tanto.
Llévate los días, y el recuerdo
de los días, y la tarde en que se fueron,
y el abrazo. Muchas veces Caronte
me pidió que entregara la dádiva,
y yo la di, y los subí a la barca,
y los empujé hacia el agua
que hace sombra. Vuelve siempre
un camino de cipreses y el crujido
de mis pasos en la arena. Vuelven
los que trazan la huella de los días
y reclaman: Mira hacia arriba.
Y yo por el cielo, huérfana, buscando
el Caprino, los Gemelos, un recuerdo
de agua azul sin alimañas. Mira
hacia arriba, dicen, y yo en tus fauces
otra vez, contra la orilla.
Kodak (Argos, 2001). Reeditado en Pavese/Kodak (ediciones del dock, 2008)


Casa con palmeras
Junto a la casa vieja
con cenefas, hay dos palmeras
(y un senderito de piedras negras).
Bajo las plantas y los racimos
de flores blancas, dos niñas juegan
(al gallo ciego).
Después la madre
ofrece flores de calabaza,
                semillas secas,
y las dos niñas
se van por el senderito
sin dejar huella.


María Teresa Andruetto 
AºCabral, 1954. Publicó ensayos, 
libros para jóvenes lectores, el libro de cuentos Cacería
las novelas Tama, La mujer en cuestión, Lengua Madre y Los Manchados 
y los poemarios Palabras al rescoldo (Argos, 1993), 
Pavese y otros poemas (Argos, 1998), Kodak (Argos, 2001), 
Beatriz (Argos, 2005), Pavese/Kodak (Ediciones del Dock, 2008), 
Sueño Americano (Caballo negro, 2009) y Tendedero (CILC, 2010). 
Tradujo del portugués la poesía de Marina Colasanti
(Ruta de Colisión, Ediciones del Copista.2004) 
y realizó la antología y entrevista a la poeta uruguaya Circe Maia, 
para La pesadora de perlas (Viento de fondo, 2013). 
Traducida a varias lenguas, obtuvo, entre otros, 
el Premio Fondo Nacional de las Artes/2002, 
Finalista Rómulo Gallegos 2010, Hans Christian Andersen 2012, 
Premio Cultura/ Universidad Nacional de Córdoba 
y Konex de Platino 2014.
 





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